Cómo sobrevivir siendo Biólog@ en una ciudad, sin sucumbir en la banqueta esperando...

domingo, junio 22, 2008

Las delicias del tracto digestivo.

Aprendí a tomar café fuera de casa. Aunque a mi padre le guste, no se acostumbra preparar en la cafetera, una buena jarra de café de grano, salvo escasas excepciones y más escasas las veces que lo tomo. Mi afición comenzó cuando iba a la facultad y salía a las 9 de la noche después de un largo día, así que iba antes de clase o en el descanso intermedio a la cafetería de mi escuela. Los preparados nocturnos por lo regular llevaban una dosis mayor que los matutinos, pues tenía la fortuna que al ser una cafetería atendida por los estudiantes, a veces encontraba al buen amigo físico que me los preparaba con carga "especial". En época de lluvias y fríos, son más intensos al sur del DF, donde se encuentra Ciudad Universitaria, así que tomar café era un alivio.

Cuando me fui a tierras cafeteras, aprendí a tomarlo sin azúcar con más frecuencia. Pero no me caso con la idea de que "el café se toma sin azúcar", no, el café se toma como a cada quien le apetezca. Un café con leche sabe horrible sin su dosis azucarada.

Siempre he querido encontrar un rinconcito propio en una cafetería. Sentirme parte de ese lugar y que sea mi costumbre ir, que el barista me llame por mi nombre y que me proponga diversas bebidas cafetaleras, poder ir sola y no sentirme en soledad, sentarme a leer mientras afuera llueve... en fin, todo un cuadro en blanco y negro como se pintan las memorias (según dicen aunque no lo creo del todo).

El caso es que ese lugar no ha aparecido. Lo más cercano es un carrito vendedor de café abajo del Palacio Municipal de Xalapa, al que voy con mi prima para después sentarnos en el parque a platicar o a callar. Pero no existe el escenario que me resguarda mientras afuera llueve. No lo he encontrado... hasta ayer. Pero para mi gusto, lo descubro a destiempo, a punto de irme nuevamente.

Aún así, he tenido en ese lugar, la experiencia más increíble que he tenido en lo que de cafés se trata. Algunos ociosos, entre ellos ciertos biólogos (Xerófilo lo ha ilustrado en repetidas ocaciones), sabemos que para que algunas semillas germinen deben ser ingeridas por los animales pues sus ácidos estomacales digieren alguna(s) capa(s) de éstas para poder ser germinadas cuando terminan la ruta digestiva y salen del animal. No es asqueroso, es NATURAL y es de lo más maravilloso e importante en el sentido de la conservación. Imaginen que desaparezca el ave que ingiere las semillas de las tunas, pitayas y similares... obviamente, no tendrán ningún fruto para la siguiente generación.

Dejando de lado un poco el asunto biológico, vayamos a la degustación de lo que se conoce como el KOPI LUWAK o café de Luwak o café de civeta. El Luwak o civeta es un animalito de Sumatra que ingiere entre otras semillas, la del café.


Los lugareños se han dedicado por décadas a recolectar las excretas de estos animales pues los granos de café que ingiere no son digeridos. Así que los aprovechan, los dejan secar, los limpian los tuestan ligeramente para que el sabor que este proceso natural les confiere no se pierda.



No creo poder describir la experiencia de probar este café, pero es un sabor inigualable e indescriptible con exactitud.

Me acerqué a la barra y pedí un espresso, tal como el barista me lo recomendó, mientras lo preparaba me pasó un folletito con el animal dibujado en la parte del frente y por dentro la historia del proceso de la obtención de este café, junto con un acrílico donde venían unos granos de café agrupados y de color claro. Así es como sale del bicho, pensé.

Al darme la taza me advirtió: no te vayas, te enseñaré cómo tomarlo. Así que llamé a mis otros dos amigos con los que había acordado pagar por una taza del café más caro del mundo (1,000 dls/kg) para que se acercaran. Nos contó que disfrutaríamos de ser la dosis 253 que se sirve comercialmente en México. Y continuó diciendo: "La manera de conocerlo es la siguiente, mete la cuchara invertida, ahora levántala a la superficie hasta que se asome un poco pero que se cubra de la crema del mism café, tratando de no romper la tensión superficial. Acerque cada uno su nariz y aspiren profundo, como si quisieran darle un pericazo al café". (Todos reímos). "Al tomarlo, hagan ruido, sorban el café para que no se vayan a quemar, esto permitirá que entre aire a su boca y entibie el líquido". (Vaya, hasta que alguien me enseña a evitar quemarme, porque soy malísima para tomar bebidas calientes). "Mantengan el trago en la boca... disfrútenlo". Y se fue con una sonrisa a atender a otros.

Fui la dosis 253(a), y por la cara que puse, mis amigos (Gaby-dosis b y César -dosis c) no dudaron en probarlo. Primero tiene un gusto como a tierrita, a madera, se va haciendo más amargo, se concentra el sabor a café un poco ácido pero termina siendo dulce y cubre el paladar con una textura cremosa, sin que ninguna crema haya sido añadida. MARAVILLOSO.
Nuestros 80 pesotes para una tacita valieron la pena. Nos alcanzó para 3 traguitos a cada uno, pero los 3 nos quedamos con ganas de volver y con lana.
También nosotros nos fuimos con una gran sonrisa, y esta vez, hasta me supe el nombre del barista.
Falta decir que el sabor se mantuvo por varias horas y dormí plácidamente.


¡¡¡QUÉ GRAN SABIDURÍA ANCESTRAL HABÍA DENTRO DE ESA TAZA!!!


Y bueno, ahí les va el comercial:
¿Dónde tomarlo?
Plantaciones de origen
Insurgentes Sur 1871
Col. Guadalupe Inn
Afuera del lentobus Olivo
en chilangolandia... híjole!